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Diarios de una motocicleta : El dia D II

21 junio, 2009

– Dia 0 –

Todo vuelve a retomar su extraña normalidad.
La circulación fluye y yo me quedo con el conductor del coche en la acera, al lado de la moto, al lado de los siguen al lado para ver que estoy bien. Uno de ellos está hablando por teléfono, ¿con quién coño estará hablando?
Me quito el casco, la mochila, abro un poco la cremallera de la chaqueta y me sorprendo al notar que me duele el costado derecho.

El conductor del coche me pregunta si tengo un parte amistoso, le digo que si y aparece una patrulla de la policia nacional. Paran y me preguntan si estoy bien, mirándome los rotos que tengo en el pantalón. Si, si, parece que ha sido más el susto que otra cosa.
El público, viendo que la cosa está controlada por la autoridad, empieza a evaporarse, me miro la rodilla izquierda, que es la que más me duele y veo que tengo sangre, bufff, al menos puedo andar. No tengo nada roto, tranquilo.
Sobre el asiento de la moto empezamos a rellenar el parte, ayudados por los dos policias, que muy amablamente nos van indicando los datos que tenemos que poner. ¿Dos policias amables? Extraño pero cierto.

Los agentes me preguntan que si quiero que llamen a una ambulancia y yo les digo que no es necesario porque aunque me duele bastante, puedo andar, malamente pero puedo. El conductor me aconseja que la llamen porque igual en caliente no me duele pero puedo tener algo y luego será peor.
En ese momento, con el dolor de las rodillas y el que está empezando a incrementarse en el costado, comienza a recorrerme una ligera sensación de temor y pienso, no seas gilipollas. Los policias me dicen que no cuesta nada avisarles y por que me echen un vistazo no pasa nada.
Venga, vale.

Pocos minutos después llega la ambulancia y los policias salen por peteneras alegando que tienen un servicio de urgencia, ¿y qué coño soy yo?, pero antes me dicen que me quede en la ambulancia y si necesito cualquier cosa que llame al 091 y volverán. El conductor también se va, no sin antes intercambiarnos los teléfonos para estar en contacto en caso de necesitarlo. Le doy la copia del parte amistoso y le digo que al dia siguiente enviaré el parte a la compañía, me dice que antes de hacerlo, le pase la copia por fax para que lo tenga él y pueda pasárselo a la suya.
Vale, así lo hacemos.

Subo a la ambulancia y tiro casco, mochila, cazadora y pantalones donde puedo, al fondo donde no estorban. Qué de trastos lleva uno cuando va en moto, coño.
Me recuesto en la camilla y mientras la doctora me va preguntando como ha pasado todo, miro hacia abajo y pienso en lo bonito que tengo que estar, en calzoncillos, calcetines y con las rodillas ensangrentadas. Aunque bueno, no es la primera vez que siendo un hortera integral estoy delante de una chica de esta guisa, sin sangre y por otros menesteres claro, vaya bochorno.

Me conecta al dedo una pinza con un cable, me ponen alrededor del brazo el aparato para medir la tensión y empiezo a cagarme en to’los santos del cielo cuando empieza a frotarme limpiarme las heridas de las rodillas, ¡joder como duele, aaaaaahhhhhh!.
Cuando termina, le llega el turno al golpe del costado, me va palpando por las costillas en busca de alguna lesión y según parece no hay nada, solo eso, el golpe. Mientras interiormente me alegro de lo que me acaba de decir, el dolor empieza a agudizarse hasta el extremo de que tengo que incorporarme y sentado, debo respirar hondo porque me falta el aire.
Soy presa del pánico, pero intento que no se me note.
El dolor crece mientras el aire no quiere entrar a mis pulmones, creo que voy a marearme. No me jodas, que me voy a marear, venga respira hondo, respira hondo.
Intento seguir algunos consejos mentales mientras quiero tranquilizarme pensando en cosas graciosas, como que si me desmayo estoy en el sitio ideal, sentado en una camilla dentro de una ambulancia, pero no consigo sonreir.
Viendo como me estaba poniendo, empiezan a controlar mis constantes, mis niveles y todo indica que son normales, asique escucharlo me tranquiliza un poco más. Tras cinco minutos en ese agónico estado, el dolor empieza a remitir y mi respiración vuelve a fluir. Aún me cuesta respirar porque me duele al hacerlo, pero tengo que esforzarme, inspirar, expirar, inspirar, expirar.

Me ponen gasa en las rodillas, la sujetan con esparadrapo y me preguntan si me llevan a casa. Antes de decir que si y verme en mi sofá con la pierna en alto, me doy cuenta que algo tendré que hacer con la moto, asique les digo que no, que voy a llamar a la grua y esperar que venga. Mientras acaban de rellenar el parte médico, llamo al seguro y tras verificar que soy el asegurado, me dicen que avisan a la grua y me informan por sms del tiempo que tardará en llegar, qué modernos oies.

Me visto, recojo los trastos y a duras penas bajo de la ambulancia. Ahora si que me duelen las rodillas, pero de verdad. Me dan el informe de la atención y tratamientos recibidos, junto a varios consejos, que me compre betadine en gel, ¿eso existe?, que si esta noche me duele mucho no dude el ir al hospital, que mañana vaya a la mutua de trabajo y que mientras espero a la grua me ponga a la sombra para evitar que me dé un golpe de calor. Y así lo hago, me pongo bajo un árbol y mientras me debato entre si estaré más comodo de pié o sentado aún pasando por el trago de tener que agacharme y doblar las rodillas, tiro todo al suelo y me suena el móvil «LD Asistencia le informa que nuestro colaborador estará junto al vehículo en 30Min, aproximadamente»
Cojonudo, a esperar media hora.

… to be continued …

En capítulos anteriores :
01 – El comienzo
02 – El dia D